El Grupo de Física de la Atmósfera de la ULE y el INTA desentrañan los misterios de las nubes
El estudio forma parte del Proyecto Meteorisk en el que ya han realizado cuatro de las 9 pruebas de vuelo entre León y Rozas (Lugo) cuyos resultados ayudarán a mejorar la seguridad aérea.
Analizar la composición de las nubes, las gotas de agua que las forman y sobre todo los cristales de hielo que generan, son las principales actuaciones que un grupo de 24 personas desarrolla en cada uno de los ensayos aéreos que realizan desde hace un año en el aeropuerto de Rozas (Lugo) con el objetivo de mejorar la seguridad aérea.
Este equipo integrado por doce investigadores del Grupo de Investigación de Física de la Atmósfera de la Universidad de León (ULE) y doce técnicos del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), realizó la semana pasada el cuarto ensayo y quedan otros cinco, unas pruebas que según detalla José Luis Sánchez Gómez, coordinador junto a Eduardo García Ortega del grupo de trabajo de la ULE, “son muy difíciles de llevar a cabo, pues aunque se realizan con una predicción de 48 horas en ocasiones los vuelos se han tenido que abortar y hacer regresar el avión de investigación atmosférica del INTA”. En estos aparatos viaja una tripulación de cinco o seis personas y son los que envían datos al controlador de tierra mientras sobrevuelan una ruta de 100 kilómetros que se extiende de León a Rozas.
En el último vuelo de recogida de datos con este laboratorio aéreo, la aeronave no pudo aterrizar en el aeródromo lucense como consecuencia del mal tiempo, que sí permitió a los especialistas en meteorología trabajar en unas condiciones óptimas para la recogida de datos. El Aviocar C-212-301, habilitado específicamente para la investigación atmosférica, persigue las nubes invernales, que son las más peligrosas para el tráfico aéreo y cada vuelo que realiza para comprobaciones sobre el terreno supone un coste de 9.000 euros. “Tratamos de desentrañar los misterios de las nubes, meternos dentro, ver qué gotas las componen, si hay cristales de hielo, si se inicia la lluvia y si no se inicia por qué ocurre”, explica José Luis Sanchez al tiempo que revela que en los ensayos han encontrado “cada vez más cantidad de agua acumulada en la base de las nubes, y este tipo de nubes van a ser más frecuentes por el calentamiento global, son nubes que apenas llegan a descargar el 5% del agua y el resto es inservible para la precipitación”.
Este trabajo que culminará el próximo año, forma parte del proyecto Meteorisk, cuyos objetivos son mucho más amplios y están íntimamente relacionados con las predicciones meteorológicas de eventos catalogados como peligrosos, como la nieve, el granizo y las tormentas. El Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial aporta su avión de investigación atmosférica, que sobrevuela la zona y entra y sale del interior de las nubes recogiendo datos. Lo hace con cuidado de no permanecer más tiempo del debido dentro de ellas, para evitar que se produzca el temido engelamiento, que es el hielo que se puede formar en la superficie de la aeronave al atravesar la nube y que es la causa de muchos accidentes aéreos.
Los aviones en sus planes de vuelo suelen evitar cruzar este tipo de nubes, las invernales, que pueden resultar muy peligrosas y se sitúan por encima de ellas. Precisamente uno de los objetivos del proyecto Meteorisk es poder aportar los resultados de este ensayo para mejorar la seguridad en los vuelos, además de aportar claves para las predicciones meteorológicas. En este modelo tienen en cuenta variables como la altura geopotencial, el viento, las precipitaciones, las corrientes verticales, es un trabajo muy laborioso, que lleva aparejadas numerosas comprobaciones y correcciones.
Después de la recogida minuciosa de los datos tienen que procesarlos y todos esos cálculos se realizan en el Centro de Supercomputación de Castilla y León ubicado en el Campus de Vegazana. No sirven todas las nubes para el estudio. Buscan las invernales, que son las peligrosas y que localizan, a través de un radar que está instalado en el aeródromo de Rozas y que pertenece a la ULE. Su alcance es 100 kilómetros a la redonda y las nubes que quieren las encuentran a unos 10.000 pies de altura (3 kilómetros).
La colaboración entre ULE e INTA se gestó en 1996 y en la actualidad ambas entidades están implicadas en el proyecto Meteorisk que lidera la empresa Dominion, financiado por el Plan Nacional de Investigación, con un presupuesto total de 2.800.000 € y en el que se incluyen siete subproyectos de investigación. Uno de ellos es este que vienen realizando este año en Rozas hasta donde el Grupo de Física de la Atmósfera de la ULE ha llevado su instrumentación meteorológica valorada en cinco millones de euros.